Cómo vive, piensa y siente Faustino Oro, el niño prodigio que ya es el mejor ajedrecista del mundo menor de 10 años
Por Luciana Aranguiz
Faltan poco menos de tres horas para que arranque la acción y mientras los organizadores van y vienen ajustando algunos detalles, hay un nene dando vueltas por el lugar. Acomoda las piezas de una mesa, luego las de otra y las de otra más. Inspecciona varios de los relojes con los que cada jugador administrará su tiempo en la partida y las planillas en las que anotarán sus movimientos. Y camina -casi corre, a veces- de un rincón al otro. El ojo ajeno seguramente pensará que es un «intruso», pero no es así. Este salón lleno de tableros donde en breve arrancará el torneo de ajedrez más importante de la Argentina es su mundo. El mundo de Faustino Oro.
«Quiero jugar. Y faltan como dos horas y media todavía…», le dice a Clarín, sin quedarse quieto, dejando entrever una mezcla de ansiedad y nerviosismo y de ganas de que llegue el momento para empezar a mover las piezas.
Fausti tiene 9 años -los cumplió el viernes- y es un prodigio. Empezó a jugar online en plena pandemia y hoy, un par de años más tarde, lidera el ranking mundial Sub 10, tiene 2.140 puntos de ELO -el sistema que se utiliza para clasificar a los jugadores- y desde hace tres meses ostenta el título de Maestro Candidato de la Federación Internacional (FIDE), que logró al coronarse campeón panamericano en la categoría de menores de 10, en julio.
«No me gusta charlar ni las notas. Quiero jugar», repite enfundado en un buzo verde militar y zapatillas negras. Igual se presta a la conversación. «Me divierte jugar. Más que hablar. Me gusta ganar», avisa.
-¿Y cuando perdés no te divierte?
-Igual. Hay que recuperarse y en la siguiente tratar de ganar.
Durante la charla, no deja de mirar los tableros desde atrás de unos anteojos de marco negro. No para de mover piezas y de imaginarse, quizás, lo que ocurrirá horas más tarde cuando debute en el torneo. El ajedrez está siempre presente. Aunque hasta hace un par de años, él no quería saber nada de este deporte mental que ahora lo apasiona.
Alejandro, su papá y también ajedrecista, cuenta que antes de la pandemia de coronavirus, Faustino lo veía jugando al ajedrez y le decía «¡Qué aburrido!». Él prefería el básquetbol, que practicó durante un tiempo, y el fútbol, que estaba por empezar a jugar justo cuando se decretó el confinamiento, que terminó cambiándole la vida.
Es que después de un algunos meses de encierro, mamá Romina le sugirió a su esposo que le enseñara ajedrez, con la ilusión de distraerlo y evitar que le destrozara el living con la pelota. Alejandro le explicó las reglas básicas, le mostró cómo se movían las piezas y le abrió una cuenta en la plataforma Chess.com, la más popular del mundo, para que empezara a jugar. Igual a Fausti el nuevo deporte no lo enganchó enseguida.
«Este juego es muy difícil», le dijo a su papá una semana más tarde, cuando había perdido buena parte de los 800 puntos con los que había arrancado. «Es un juego para pensar», le contestó Alejandro. Y le propuso un desafío: por cada 100 puntos que ganara, le darían un premio.
«Unos días después, me dice: ‘Subí 100 puntos, tengo premio’. Fue una pijamada. Y en una semana me pidió premio tres veces. Es muy difícil subir puntos en la plataforma. Imaginate que los mejores jugadores tienen 3.200. Si subís de a 100 puntos cada dos días, llegarías muy rápido. Por eso pensé ‘¿Qué estará haciendo?’«, recuerda Alejandro.
Entonces se conectó para ver una partida online y se sorprendió cuando su hijo realizó una jugada que ni él mismo, con 30 años de ajedrecista, habría hecho en esa partida. Le mostró el video a su papá, por entonces el mejor jugador de la familia, quien le dijo: «Con un mes de ajedrez, eso no es normal«. Ahí comenzó la historia de Fausti con los tableros.
Un crecimiento inusual
Al principio, todavía en plena pandemia, fue todo online. Y cuenta su papá que los rivales no creían que estaban jugando contra un nene de 7 años o sospechaban que podía estar recibiendo ayuda. Pero en poco tiempo todos en el ambiente del ajedrez sabían quién era Fausti. Porque además quiso empezar a transmitir en vivo sus partidas en su canal de YouTube (no lo hace más desde hace un tiempo) y eso lo hizo más conocido.
Con el final del confinamiento pudo empezar a jugar partidas presenciales. Y aunque ya no era un desconocido, resultaba curioso ver cómo sus oponentes, mucho más grandes y experimentados, sufrían y transpiraban pensando que podían perder con él.
Hoy es uno más. A nadie le sorprende verlo derrotar a jugadores de jerarquía, como hizo cuando enfrentó a la maestra internacional Florencia Fernández, de 30 años y pentacampeona argentina, durante el Abierto Internacional de Río Negro en mayo pasado.
Alcanza con un solo dato estadístico para darse cuenta de que lo que consiguió Faustino en apenas dos años es inusual: es el jugador más joven de la historia en llegar a los 2.100 puntos de ELO (lo hizo hace cinco meses, con 8 años).
El gran maestro noruego Magnus Carlsen, vigente campeón mundial, apareció por primera vez en el ranking en abril de 2001, con 11 años y 2.064 de ELO. Hoy tiene 2.856. El indio Dommaraju Gukesh, tercera persona más joven en lograr el título de gran maestro; el iraní Alireza Firouzja, el de menor edad en alcanzar los 2.800 puntos; y Arjun Erigaisi, también de India y quien se convirtió en gran maestro a los 14 años, tenían entre 1.700 y 1.800 de ELO a la edad de Faustino.
Alejandro asegura que no sabe cómo su hijo aprendió a jugar tan bien tan rápido. Admite que desde chiquito hacía cosas que para él eran normales y para otros, no. Armaba, por ejemplo, el cubo mágico en dos minutos y medio cuando tenía 3 o 4 años. Pero también afirma que «lo de Fausti es súper normal en la mayoría de las cosas». Por eso cuando vio que su hijo tenía un talento especial en el tablero, lo anotó en el club Torre Blanca y le propuso empezar a tomar clases para ir puliendo sus habilidades.
No fue fácil dar con el profesor adecuado. El primero que contactaron lo aburrió porque, al verlo tan chiquito, lo hizo empezar de cero. Y Fausti fue claro: ni siquiera quiso conectarse a la segunda clase.
Pero una vez que encontraron los que lograron interesarlo -primero, Jorge Rosito y Daniel Pérez, después Leandro Perdomo, todos destacados maestros del ajedrez argentino, además de Fabián Fiorito, su entrenador en Torre- se fue enganchando cada vez más. Y, tal vez motivado por su inquietud natural, fue aprendiendo y mejorando muy rápido.
Ajedrez y fútbol, de la mano
Cuando empezó a jugar, durante la cuarentena, se pasaba horas frente a la pantalla, compitiendo online todo el día. «No me aburría», asegura. Entonces, jugaba instintivamente. No pensaba demasiado las movidas, porque una de sus principales virtudes es entender dónde deben ir las piezas y cuál de las muchas jugadas posibles es la mejor para cada situación. En ese momento, mientras las jugaba, relataba las partidas como un partido de fútbol y gritaba las victorias como goles. Es que ese es otro deporte que lo apasiona.
«En el colegio tengo fútbol los lunes y es lo que más me gusta. También me gusta Lengua, Plástica y Gimnasia, mi preferida. Y Matemática. Soy bueno en Matemática por el ajedrez», comenta Faustino, que cursa el tercer grado en la Escuela San José de Calasanz de Boedo.
El fútbol es también su distracción preferida. «A la Play me gusta jugar. Al FIFA 21, con la Selección argentina o Vélez. Soy hincha de Vélez. Fui una vez a la cancha, un Vélez-Boca, 0-0, antes de la pandemia», recuerda.
Hoy juega más a conciencia y se toma su tiempo para elegir qué movimiento le conviene, como hacen los jugadores con años de experiencia. En la Liga Nacional del mes pasado, por ejemplo, le ganó en la sexta ronda a Luciano Quenallata en una partida que duró más de cuatro horas.
«Empezó a las 7 y terminó como a las 11 y media. Quenallata no quería abandonar…», asegura con una mirada pícara quien le está tomando el gustito a las partidas pensadas, aunque no son sus favoritas.
«Las rápidas son las que más me gustan», afirma y vuelve a mover una pieza del tablero que tiene adelante, como hace a lo largo de la atípica entrevista.
Sentado en una de las mesas del salón, mientras escucha a su papá contar lo que vivieron en los últimos dos años, juega partidas imaginarias contra él mismo. Mueve primero una pieza blanca, luego una negra y arma jugadas. Vuelve todo a su lugar y empieza de nuevo, sumándose de ratos a la conversación. Y así va compartiendo su historia.
Cuenta que le gusta mirar partidas de otros jugadores por Internet; que cuando sea grande quiere ser un ajedrecista profesional; que a veces se pone nervioso antes de jugar y que hace rato que papá Alejandro no lo puede derrotar. «Jugamos hace unos días por un torneo y le gané«, dice.
En un momento, adelanta un peón blanco, para el reloj (que igual no está corriendo, porque no está conectado), mira a su papá y le hace un ademán como diciendo: ‘Dale, juguemos’. Es la señal para cerrar la charla y dejar a Fausti volver a su mundo.
Al mundo de los tableros, de las torres, los alfiles y los caballos. Al mundo del ajedrez que descubrió hace apenas dos años, pero en el que ya consiguió logros excepcionales para su edad. Y en el que seguramente seguirá brillando durante muchos años más.
El mejor Sub 10
Faustino Oro fue el mejor jugador Sub 10 del Pro Am International Copa Clarín, certamen que celebró los 100 años de la Federación Argentina. Terminó con 5,5 puntos, gracias a cinco victorias y unas tablas en nueve rondas. En la última jornada, venció al maestro internacional argentino Alejandro Needleman, de 57 años y 2.267 de ELO.
También venció a Giuliana Bosco, Florencia Romano, Lucas Pérez Nova y Franco Ferrari, dueños de rankings inferiores al suyo. Entabló en la sexta ronda con el maestro FIDE paraguayo Matías Latorre, de 28 años y 2.304 de ELO. Y perdió con la gran maestra peruana Deysi Cori (2.354), el maestro internacional Franco Villegas (2.299) y el maestro FIDE Ariel Tokman (2.340).
El campeón del certamen fue el gran maestro paraguayo Axel Bachmann, quien se impuso por el sistema de desempate tras terminar con 7,5 puntos, los mismos que sumaron Alan Pichot (número uno de Argentina) y su compatriota Neuris Delgado Ramírez, quien fue tercero.